Thursday, August 02, 2007

Revista No. 2

Revista literaria virtual independiente. Moroleón-Uriangato Guanajuato México.


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A través



De pronto así, sin más aviso, surge plena de constancia la poesía.
Llega, como los primeros rayos de sol o de luna y uno siente su tibio abrazo recorrer el cuerpo. Aparentemente nadie la espera, pero todos queremos su regreso,
su retorno del viaje astral a través.
Todos la esperamos y ambicionamos sus alforjas de mar y plata,
quisiéramos ver qué nos trae ahora, que rayo de luz nos señala que aun no habíamos visto.

De pronto así, fresca y radiante, o tal vez triste y oscura o promesa y ensueño;

regresa a nosotros, la poesía.

Bienvenida sea.



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Dr, Cayetano Andrade


por: Carlos López Ortíz


Nació en Moroleón, Guanajuato, en 1890. Estudió Medicina en Morelia, Michoacán. Colaboró en varias publicaciones: Policromía y Flor de Loto (1908); El Gi­rondino (1911-1912), semanario que promovía la can­didatura del doctor Miguel Silva para gobernador; El Renovador y El Combate (1915-1916). Fue diputado por Michoacán al Congreso Constituyente de 1916-1917. También fue director del Diario Oficial e impartió las cátedras de Lengua Nacional y Literatura. En 1918 fue presidente de la XXVII Legislatura, a la vez que se dedicaba a su profesión de médico en el Hospital General y en el Manicomio. En 1924 fue elec­to diputado por Guanajuato; de 1928 a 1932 fue legis­lador local. Posteriormente colaboró en la Secretaría de Asistencia Pública y fue director de Información de la Secretaría de Gobernación. Fue autor de obras tales como Antología de escritores nicolaítas 1940; Remanso y Tra­monto. Murió en 1962, siendo director del Diario Oficial.

“Así fue la revolución Mexicana: los Protagonistas (A-M)”

Comisión Nacional para las celebraciones del 175 aniversario

De la independencia nacional y 75 aniversario de la revolución Mexicana.

ED. SEP y senado de la Republica. México, 1985. V.8




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Para un amor imposible


Toma el puñado de rosas eternas

que aquella tibia noche te ofrecí.

Ellas son testigos de nuestras promesas;

Promesas de amor que te cumplí.

Sostenlas un segundo en tus manos

y diles de quien eres ahora propiedad;

a quien le entregas tus amores

y las vanas promesas de tu vanidad.

En esa noche de estrellas oscuras,

con dulces promesas te entregaste a mí;

testigos fueron el viento

y las blancas palomas nocturnas.

Luciérnaga atraída por la

incandescente bombilla,

que rechazó la pureza de mi ingenua alma.

Nunca viste mis manos,

ni el teñido rojo ramo,

por las espinas que tuve guardadas.

Hoy las saqué del recuerdo,

¡para clavármelas en el corazón!.



Efraín Soria Calvillo.




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Guerrero

por Miguel Ángel Méndez

Desde hace tres lunas Balam sigue a zulum; ambos se dan cuenta que se aproxima el fin del más débil, tiene ya cada quien la imagen del otro fija y saben que no hay salida posible. Balam reflexiona en la necesidad de acabar la persecución no sólo por el cansancio y la falta de alimento pues venía alimentándose de yerbas, mazorcas de cacao, frutos o pequeñas piezas de caza que sus flechas o su hacha lograban abatir. Zulum no pensaba pero si sentía hambre; aun cuando estaba hecho para el monte, su instinto le anunciaba que su resistencia estaba llegando a su límite. Así siguieron otro tiempo más hasta que una noche, Balam, cubierto con una piel de venado y, sintiéndose enfermo de fiebre por falta de agua pues las lluvias habían escaseado últimamente, percibió la presencia de zulum. Era casi de madrugada; lo sabía por el chirriar de ciertos insectos, por uno que otro vuelo de pájaro madrugador y por la posición de la estrella de la mañana. Sólo alcanzó a semincorporarse, aún con una rodilla entre la yerba donde estaba recostado en espera de poder acabar con el depredador que rondaba los alrededores del paraje de su gente y les había atacado a unos niños entre ellos a su propio hijo, quien antes de morir le encomendara la tarea de perseguirlo hasta matarlo o, traérselo vivo a los chamanes de la comunidad para sacrificarlo en las fiestas por la cosecha y la caza celebradas cada nueve lunas por su gente. Sólo por eso le había perseguido tanto cuando hubiera podido cazarlo a la primera luna que lo tuvo a tiro de flecha. Balam instintivamente pudo tomar el hacha y soltar un golpe cuando sintió al jaguar rasgándole el antebrazo y cayendo sobre el. No sabía cuanto tiempo había pasado; los guías que le siguieron lo encontraron delirando con el animal atontado cerca. El guerrero había entrampado al jaguar en el último momento golpeándolo de frente y atándolo para cumplir la promesa hecha al pequeño hijo.



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Poema



No puedo ver más allá

de lo que te he relatado.

Más allá de lo que dice el poema

que vibra en mi garganta.

Sólo esto puedo mostrarte:

la realidadse presenta tardía

como la luna en el cielo,

pero el milagro vendrá a ti

si tus ojos ven

el destino

como un torbellino de fuego

que de un momento a otro te arrebatará del mundo.



José Antonio Banda;

Residencia: Madrid España.

Originario: Coatzacoalcos





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Sabía que eras otra


Sabía que eras otra, pero eras tu,

viniste con el olor del naranjo,

centinela que fuiste,

llámame ahora

que estoy despierto,

haciendo pedacitos la memoria,

hay que empujar

esa puerta que no se abre nunca,

no puedo darme por vencido,

y tu lo sabes,

el tiempo y

yo,

Es extraño que digas aquí estoy,

siénteme,

acabo de llegar,

la noche esta fría;

los temblores de mi boca,

tu boca,

la media noche conquistada,

el toque de queda de nuestra conversación.

De alguna manera formas parte de mi,

las manos al frotar,

la energía que declaramos,

te llevo como si me pertenecieras,

labrando tucara, a la hora de dormir,

te llevo trenzada en la nuca,

saliendo de casa,

en la cabecera del sueño;

te llevo frágil, mujer conciencia,

es la comedia de un final anticipado,

no podemos reírnos o llorarnos,

acudimos hambrientos

y amantes

de frutas y alianzas,

estrujas el corazón con la calma,

lo debilitas,

es el navío ronco de los cuerpos,

la pólvora

diseñada para el sufrimiento,

pero hoy no tengo ganas

de estrellas en la tierra.




Julio César Gutiérrez Zavala.





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Los panales


Por José Francisco Moreno


En mi largo tiempo de caminata no había reparado en el paisaje, quizás por las penurias y dificultades del camino.Era hermoso, parecía un paisaje lunar, tan diferente a lo cotidiano, la tierra blanca salitrosa en su inmensidad daba la impresión de tener fosforescencia y la ausencia de vegetación le daba una apariencia casi mística, como de luna.

A vancé a paso lento, recorriendo más horas que kilómetros pero iba tranquilo, resignado; como alguien que inicia con un primer paso un largo viaje. A lo lejos la tierra parecía oscurecerse, tantas cosas habían pasado que no se qué podría pasar más. Lentamente mis pasos se acercaron a la oscuridad de la tierra y pude contemplar un campo sembrado con una hierba rara como si fuesen piñas apiladas y enterradas, solo las hojas verde cenizo sobresilían de la tierra y tenían ruido, un zumbido parecido al que hacen millares de abejas al volar. El camino se acabó, había que cruzar el sembrado, tomé impulso para pasar corriendo, apenas llevaría unos diez metros cuando de frente me encuentro a un desconocido corriendo también y me grita -!Regrésate porque son panales y las abejas te matan!

Presuroso di un giro a mi carrera y regresé sin detenerme al sitio de mi partida. Me quedé quieto, un pequeño alboroto de abejas se levantó de entre las matas y volvió a ellas nuevamente, voltee buscando al desconocido para agradecerle, pero por más que busqué no encontré a nadie.

Caminé por la orilla del sembrado sin dejar de escuchar el zumbido de las abejas hasta que encontré otro camino.